10 ago. 2019

Desde el barco hasta el plato o desde la granja hasta la mesa, el fraude alimentario es un problema mundial. Abordar la cuestión no es tarea fácil, ya que la complejidad de los sistemas alimentarios mundiales garantiza que no sólo persistirá el fraude alimentario, sino que seguirá evolucionando para contrarrestar las medidas introducidas para ponerle fin.

Artículo publicado por SAI Global, actualmente perteneciente al Grupo Intertek. Leer más   

 


 

El grupo de defensa de los océanos “Oceana” hizo titulares incómodos cuando dio a conocer los resultados de sus investigaciones sobre el fraude en la industria de mariscos de Estados Unidos a principios de este marzo. El grupo analizó 449 peces de más de 250 restaurantes, mercados de mariscos y tiendas de alimentos de todo el país y descubrió que el 21% de las muestras estaban mal etiquetadas. Esto equivale a que uno de cada tres establecimientos visitados vende mariscos mal etiquetados.

Este último informe sobre el fraude alimentario no es, con mucho, el primero ni el último titular que recoge pruebas documentales del fraude mediante el etiquetado incorrecto y la sustitución de especies. En 2013 estalló en toda Europa el ahora famoso escándalo de la carne de caballo, en el que al menos 30 toneladas de carne no identificada pasaron como carne de vaca. Esto fue una revelación para los consumidores y fue potencialmente el primer incidente importante de fraude alimentario que llegó a la conciencia del consumidor.

El pasado mes de diciembre, el informe del Fiscal General de Nueva York reveló un “rampante mal etiquetado” del pescado en el estado de Nueva York, y en marzo de 2017 los sobornos a la carne de vacuno brasileña saltaron a los titulares de los medios de comunicación, poniendo de relieve el extenso problema del delito, cuyo valor se estima en 50.000 millones de dólares anuales, tanto en el mercado nacional como en el internacional.

El fraude alimentario es un reto que está afectando a la industria y sigue siendo una amenaza importante para todas las empresas alimentarias. La confianza de los consumidores a nivel mundial ya está decayendo y, con cada incidente que se produce en los titulares, aumenta la presión para que los minoristas y fabricantes ofrezcan una información completa y transparente sobre sus productos.

La complejidad de las modernas cadenas de suministro de alimentos proporciona más formas de pasar desapercibido el fraude alimentario a pesar de la mejora de los métodos para detectarlo. Las pequeñas y grandes empresas alimentarias tienen que invertir cada vez más en controles, cumplimiento y pruebas para demostrar que son legítimos y fiables. Un solo incidente puede destruir permanentemente una marca, causar pérdidas a largo plazo en toda la industria y puede cerrar los mercados de exportación.

En una investigación realizada por SAI Global para su Índice de Riesgo Reputacional, un asombroso 73% de los consumidores dijeron que confían menos en los productos y los minoristas involucrados en escándalos de violaciones de seguridad. Y cuando se le pregunta en qué industrias confía más, sólo el 7% de los encuestados confía en las industrias alimentarias.

El fraude alimentario persistirá y evolucionará para contrarrestar las nuevas medidas introducidas para detenerlo. Las reglamentaciones rara vez son predominantes en una cadena de suministro comercializada internacionalmente, necesitan ser aplicadas, lo que significa que los recursos y, a pesar de los mejores esfuerzos, a menudo son reaccionarias y se aplican después de los hechos.

"El fraude alimentario es un reto que está afectando a la industria y sigue siendo una amenaza importante para todas las empresas alimentarias”.

Dave Garforth Consultor Senior en SAI Global

Desembalaje del fraude alimentario

La presencia de múltiples partes implicadas en las cadenas de suministro dinámicas prueba que no existe un modelo único para trasladar los alimentos de un productor a otro y que no existe una solución única para combatir el fraude alimentario.

 

Cada producto alimenticio y cada mercado contiene algún nivel de riesgo de fraude alimentario – desde la inocua adición de agual (glaseado) a los productos congelados o tierra en los vegetales para hacerlos más pesados hasta la adición de adulterantes dañinos a la fórmula infantil. La presencia del riesgo puede verse a lo largo de toda la cadena de suministro, desde el exceso de producción hasta las acciones de empleados descontentos que intentan arruinar una marca. El potencial de fraude también debe considerarse oportunista debido a factores como la escasez de oferta, la facilidad de sustitución, la presión de los competidores, la posición de mercado, el precio y los factores geopolíticos.

Proteger las cadenas de suministro del fraude es todo un reto. Requiere asociarse con proveedores de buena reputación que operen con altos estándares y prácticas. Pero ¿son suficientes las buenas intenciones? Es poco probable, y a menos que los operadores tengan plena visibilidad de sus cadenas de suministro, es posible que las buenas intenciones no se mantengan en pie en los tribunales. La visibilidad de las cadenas de suministro significa tener acceso a niveles mucho mayores de información. Información sobre los productos, sus ingredientes, los procesos de fabricación y su origen.

En cadenas de suministro complejas y dinámicas, esto significa la participación activa de todos los eslabones de la cadena que comparten información verificable para proteger la cadena de productos adulterados o prácticas fraudulentas.

Así pues, aunque el fraude alimentario sigue siendo un problema flagrante que no se va a resolver de la noche a la mañana, lo que está claro es que es necesario proteger a los consumidores reforzando la capacidad de la industria alimentaria para detectar y combatir el fraude. El cumplimiento, las regulaciones, los sistemas alimentarios y las auditorías de segunda y tercera parte según normas fiables son habituales, pero la cuestión sigue siendo…. ¿Podemos hacer más?